El contagio del papilomavirus puede producirse por la saliva, en los besos, al recibir nuestro sistema respiratorio gotículas originadas por un estornudo o por cualquier otro tipo de contacto físico, más o menos íntimo.
En algún caso, este virus lo adquiere el bebé de su madre durante el nacimiento a través del canal del parto.
Cuando el VPH infecta la zona oral se hace fuerte en la orofaringe, al igual que sucede en otras partes del cuerpo, como la zona vaginal, el pene o la zona anal, donde suele mostrarse con verrugas.
La transmisión orofaríngea se produce principalmente a través del contacto entre la boca y la región anogenital: entre un 20 % y un 30 % de la población está contagiada por el virus del papiloma humano, aunque la inmensa mayoría no desarrollará patologías graves secundarias.
Los papilomavirus arraigados en la garganta desaparecerán de la zona orofaríngea, sin dejar secuelas; otros permanecerán silentes; y sólo algunos desarrollarán tumores malignos, siendo imposible conocer el cuándo sucederá.
Existen alrededor de 100 serotipos del virus del papiloma humano, pero los que más preocupan son doce: 16, 18, 31, 33, 35, 39, 45, 51, 52, 56, 58 y 59… especialmente las variantes 16 y 18.
El control del VPH se modulará en función del serotipo que se encuentre detrás de la infección bucal.
Aunque se desconoce la malignidad de los serotipos 16 y 18, es muy probable que se deba a los cambios genéticos que se generan en el interior de las células normales que se encuentran en los tejidos de la orofaringe, como sucede en el cuello uterino o cérvix.
Los virus inoculan su material genético dentro de las células para utilizarlo como palanca de multiplicación. En ocasiones, este material genético vírico produce, a la vez, una mutación en los genes de la célula normal, convirtiéndose en una célula tumoral.
El cáncer de orofaringe comienza por lo general en las células escamosas que lo revisten.
El diagnóstico no suele ser precoz porque el virus del papiloma está fundamentalmente escondido en las criptas de las amígdalas; es decir, hasta que el tumor no da la cara con algún síntoma no se podrá hacer el diagnóstico del cáncer orofaríngeo.
Estos síntomas serían: bulto en la parte posterior de la boca, garganta o cuello; llagas que no desaparecen tras varias semanas; dificultad al tragar alimentos; dolor de garganta persistente; molestias en el oído; incluso pérdida de peso inexplicable.