Las infecciones vulvovaginales o vulvovaginitis suponen una inflamación de la mucosa vaginal y de la piel vulvar, si bien no siempre afecta a ambas zonas de forma simultánea.
Estas infecciones pueden presentar diversos síntomas y signos en función del tipo de infección, siendo los más frecuentes: prurito (picor), ardor, dolor (vulvodinia), eritema (enrojecimiento de la piel), edema inflamatorio de piel y mucosas, y aumento de la secreción vaginal con características diferentes según el agente causante.
Las patologías más frecuentes son la vulvovaginitis candidiásica y la vaginosis bacteriana.
En la actualidad se considera que las alteraciones de la microbiota vaginal son el eje fundamental de la fisiopatología de las infecciones vaginales.
“En la práctica clínica no siempre es posible determinar las causas etiológicas ni los factores desencadenantes de este tipo de infecciones, mientras que el tratamiento puede no ser el adecuado, ya que a veces es la propia mujer quien se autodiagnostica y trata, teniendo como consecuencia la aparición de recaídas o repetición de la infección”, lo que supone un problema para la paciente, pero también para el especialista que la trata, apunta esta sociedad médica.
La candidiasis
Enfermedad inflamatoria de la vagina producida por diferentes especies de hongos, fundamentalmente de la especie Candida, que supone aproximadamente el 25 % de las vulvovaginitis infecciosas.
Esta infección es un proceso muy común en las mujeres adultas, con mayor incidencia entre los 20-40 años. Se calcula que a los 25 años el 50 % de las mujeres habrá tenido al menos una vulvovaginitis candidiásica y que entre las mujeres premenopáusicas el 75 % habrá sufrido al menos un episodio de esta infección, y el 45 % dos episodios o más.
Factores desencadenantes:
Mal control de la diabetes.
Uso de antibióticos (que provoca un desequilibrio de la microbiota vaginal).
Niveles elevados de estrógenos (debido al uso de anticonceptivos, el embarazo y tener una terapia estrogénica).
Padecer enfermedades inmunodepresoras (VIH, lupus u otras).
Para su detección, es necesario realizar una exploración minuciosa y pruebas complementarias que confirmen los síntomas, “ya que una de las causas frecuentes del fallo terapéutico es un diagnóstico erróneo”.
En el caso de las vulvovaginitis candidiásicas recidivantes (recurrentes o que reaparecen tras un periodo de curación), hay reforzar el tratamiento, porque en un porcentaje considerable de casos el tratamiento farmacológico con azoles no elimina la presencia del hongo en la vagina y este se desarrolla de nuevo cuando se dan las condiciones ambientales favorables.
Vaginosis bacteriana
La vaginosis bacteriana, infección motivada por un desequilibrio de la microbiota vaginal y el incremento de diversas bacterias que, en su mayoría de casos, es asintomática, si bien en otros presenta como síntoma principal el incremento de la secreción vaginal.
Esta infección se calcula que afecta al 8-30% de las mujeres sexualmente activas de los países desarrollados y entre sus factores de riesgo se encuentran el tabaco, el uso de duchas vaginales o productos de higiene intravaginal o ser mujer de raza negra.
A pesar de que no es considerada una infección de transmisión sexual (ITS), es una patología que aumenta con el número de parejas sexuales. En este sentido, y ante el riesgo incrementado de ITS, bacterianas o virales, en las mujeres que sufren vaginosis bacteriana, es recomendable realizar un cribado de VIH en aquellas pacientes que la tienen de forma recurrente (recidivante).
Respecto a los tratamientos, además de los clásicos antibióticos, cada vez se pone más en valor el ácido láctico o los probióticos que permiten reducir las resistencias a los antibióticos.
La tasa de recaídas de vaginosis bacteriana es bastante alta y hasta el 30 % de las mujeres diagnosticadas presenta una segunda infección durante los primeros 3 meses, y hasta el 50 % presenta una segunda infección durante el primer año.
Para estos casos, es importante repetir el tratamiento, y en mujeres con recurrencias documentadas se plantea hacer terapias repetidas intermitentes a largo plazo con el fin de suprimir el crecimiento anormal de las bacterias.
La tricomoniasis, se trata de una infección poco común y en descenso en los países occidentales, cuyas pacientes infectadas permanecen asintomáticas en su mayoría (más de dos tercios).
Los tratamientos más adecuados y recomendaciones a seguir son también para los compañeros sexuales de las pacientes. Se propone la abstinencia sexual hasta que desaparezca la infección.
Respecto a las vulvovaginitis no infecciosas, se deben valorar los principales síntomas (escozor, dolor perineal, disuria por contacto y, raramente, aumento de secreción vaginal) y las pautas y actuaciones a realizar para su correcto diagnóstico (que pueden incluir además de la exploración física un examen y biopsia de la piel cuando surgen dudas diagnósticas).
Asimismo, incluye los modos habituales para su tratamiento, que consiste en evitar los agentes irritantes en la zona vaginal, junto con la adopción de medidas terapéuticas para el alivio de los síntomas, y el uso de corticoides tópicos para reducir el efecto de dichos síntomas.
DE EFE