El período de la menopausia marca una etapa significativa en la vida de las mujeres, caracterizado por cambios notables en su organismo debido a la disminución de los niveles de estrógeno, hormonas que han desempeñado un papel protector durante la edad fértil. Esta transición hormonal conlleva un aumento sustancial en el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares.
Antes incluso de la menopausia, la mujer experimenta cambios metabólicos y endocrinos que pueden impactar negativamente en diversos aspectos de su calidad de vida. Síntomas como sofocos e insomnio se hacen presentes, siendo este último especialmente perjudicial para la calidad de vida, superando incluso el malestar causado por el aumento de la temperatura corporal.
Los factores de riesgo cardiovascular comienzan a manifestarse, destacando el deterioro del perfil lipídico, un aumento en los niveles de colesterol y la elevación de la glucemia. Además, se observa un incremento en la presión arterial, que parece tener una relación más estrecha con la edad que con la disminución de hormonas. Simultáneamente, se registra un mayor riesgo de obesidad, con la acumulación de grasa abdominal y la pérdida de la definición de la cintura.
El impacto cardiovascular se intensifica con la llegada de la menopausia y la cesación definitiva del ciclo menstrual. A partir de este momento, las estadísticas revelan un aumento significativo en las muertes por enfermedades cardiovasculares, con un incremento casi exponencial en las gráficas.
Es importante destacar que, contrariamente a la percepción común, las mujeres de alrededor de 53 o 54 años tienen más probabilidades de fallecer por enfermedad cardiovascular que por cáncer de mama.
Este aumento en el riesgo cardiovascular puede atribuirse a factores como el incremento del colesterol y los niveles de azúcar en la sangre. La posibilidad de desarrollar diabetes tipo 2 se vuelve más prominente, especialmente en aquellas mujeres con antecedentes familiares de diabetes o que experimentaron diabetes gestacional durante el embarazo.
La adición de un estilo de vida sedentario, hábitos perjudiciales como el tabaquismo y una predisposición genética desfavorable puede convertir a una mujer en una «bomba de relojería» en términos de salud cardiovascular.
En este contexto, la salud cardiovascular y ósea durante la menopausia se ve determinada principalmente por dos factores: la herencia genética y el estilo de vida adoptado. Sin embargo, es crucial tener en cuenta que diversos elementos pueden contribuir a eventos cardiovasculares durante esta etapa, siendo el resultado de una combinación compleja de factores.