La vagina tiene un mecanismo de autolimpieza, las paredes interiores están plisadas y abiertas como un paraguas durante el coito o penetración.
La vagina no debe lavarse en su interior, ya que tiene su propio mecanismo depurador, libera una cantidad determinada de flujo vaginal. El flujo, es blanquecino, con tendencia a amarillear cuando se seca: es algo viscoso, dulce y su olor no es desagradable.
La producción de flujo vaginal aumenta durante la excitación sexual y con la ovulación. También cambia el aspecto del flujo vaginal cuando se está ovulando y la mujer es más fértil, en este caso, el flujo presenta una consistencia elástica a fin de retener fácilmente los espermatozoides y favorecer así el embarazo.
Para mantener la mucosa vulvovaginal aseada será suficiente lavarse con agua y con jabón suave, dos veces al día, por la mañana y al acostarse. La limpieza de la zona debe incluir la vulva, así como los pliegues de los labios mayores y menores y no descuidar el lavado alrededor del clítoris.
Las duchas vaginales no son recomendables como medida rutinaria de higiene, a menos que forme parte de un tratamiento médico. Este tipo de limpieza de la vagina puede llegar a cambiar el pH vaginal y favorecer el desarrollo de bacterias con la producción de inflamación o infección de la mucosa. Por tanto, las duchas vaginales sólo están indicadas en situaciones específicas y durante un período corto.