La placenta previa se diagnostica mediante una ecografía, durante una consulta prenatal de rutina o por un sangrado vaginal. La mayoría de los casos de placenta previa se determinan durante una ecografía en el segundo trimestre. La placenta previa es una complicación del embarazo en la que la placenta se implanta o se desplaza de manera total o parcial en la porción inferior del útero, de tal manera que puede ocluir el cuello uterino.
Si tienes placenta previa, eso significa que tu placenta se ha implantado en una posición demasiado baja en el útero, al lado del cuello uterino, o incluso cubriéndolo. La placenta previa no suele presentar problemas al principio del embarazo. No obstante, si la situación persiste hasta el final del embarazo, podrías sangrar o tener que dar a luz antes de tiempo, y podrían ocurrir otras complicaciones.
Tu médico revisará la ubicación de la placenta cuando te hagan la prueba de ultrasonido a mitad del embarazo. Sin embargo, solo un pequeño porcentaje de las embarazadas que tiene placenta previa a mediados de la gestación continúan teniéndola al momento de dar a luz.
Si el médico sospecha que hay placenta previa, evitará los exámenes vaginales de rutina para reducir el riesgo de sangrado intenso.
Por lo general, la placenta previa se presenta en uno de cada 200 embarazos. Las mujeres que tienen placenta previa cuando dan a luz, tendrán un parto por cesárea.
No se ha encontrado todavía una causa específica para la placenta previa, pero la principal hipótesis está relacionada con una vascularización anormal del endometrio, la capa interna del útero, por razón de una cicatrización o atrofia causada por traumatismos previos, cirugía o infección.